Algunas personas conocen la soledad muy bien, conocen lo que significa sentirse rechazadx, abandonadx. Algunas personas no son capaces de encontrarse felices con las personas con las que comparten su intimidad. Experimentan miedo, ansiedad a la pérdida, o a la separación. Se muestran muy dependientes emocionalmente de sus padres, parejas o descendencia. Y, aunque son conscientes, esto les causa sufrimiento y culpabilidad y no saben cómo controlarlo. Mucha gente lo describe como una especie de vacío que nada ni nadie puede llenar.
Cuando en la infancia experimentamos ese vacío, cuando las necesidades emocionales y afectivas no han sido cubiertas, es como si nuestro puzzle interior estuviera incompleto, como si nos faltara una pieza que buscamos en todas las personas que conocemos, ávidos de completar nuestra obra interna, necesitados de un cariño y una inseguridad incipiente.
Además, esto causa un efecto colateral, ya que las personas de su entorno pueden no entender esto y tacharlas de controladoras o sobreprotectoras, abriendo un círculo vicioso de perseguidor y perseguido. De víctimas y culpables.
«La mayoría de miedos de ser rechazado descansan en el deseo de ser aprobados por otras personas. No bases tu autoestima en sus opiniones».
-Harvey Mackay-
Pero, ¿Cómo reconocer esta dependencia emocional y sobre todo, cómo librarse de ella? Bueno, en primer lugar, reconocerte como dependiente emocional no es difícil ya que notarás que vives la vida de otras personas en lugar de la tuya: te aíslas, te centras en esa persona y sufres cuando esa persona no te aporta esa seguridad y esa tranquilidad plena de que permanecerá contigo. La dependencia implica miedo, angustia y necesidad. Por lo tanto, sufrimiento.
Para librarse de ella, lo primero es reconocer todas sus máscaras:
–Una es la falta de autoestima: Producto seguramente de todas las carencias experimentadas en el pasado. Necesitar la aprobación, el cariño y la valoración de los demás es algo agotador. ¡Debemos de aceptarnos, valorarnos y huir de las comparaciones!
– Otra es el miedo a ser abandonadx o rechazadx: Muchas personas evitan acercarse demasiado para no sentir el frío del rechazo. Cuando el acercamiento ya es inevitable, lo que hacen es huir en cuanto las cosas no suceden según sus expectativas. Otras, son controladoras, dominantes y/o victimistas hasta límites insospechados. Tanto evitar como perseguir, son reacciones propias del miedo a perder, a estar sólo, a sufrir. Para ello, lo mejor es enfrentar los problemas de la forma más sana, y para conseguirlo necesitamos aprender a autorregularnos emocionalmente para estar calmados ante la otra persona.
–Por último, la máscara del ego: La que más cuesta desactivar. Y es la que nos dice que la otra persona debe complacernos y satisfacernos, ya que, si no, no nos quiere. Esto es complejo porque si bien es cierto que nos merecemos amor y respeto, es bueno saber diferenciar lo que es el amor que necesitamos a lo que sería volcar todas nuestras expectativas de felicidad en la otra persona. Cuando hacemos esto, forzamos de forma activa o pasiva a los demás para que cumplan con nuestras necesidades constantemente. De lo contrario emprendemos un montón de estrategias de vinculación erróneas: manipulación, victimización, huida…
En resumen, acabar con la dependencia emocional, no es tarea fácil. Implica trabajar diariamente en nuestra autoestima, en querernos, en aceptar y disfrutar nuestro tiempo de soledad, en comprender las necesidades propias y las de la otra persona, en no fiarnos de nuestro ego.
Así que, mima tu puzzle, por incompleto que sea, recuerda que cuando éramos pequeñxs y a nuestros juguetes les faltaba alguna pieza, jugábamos de igual forma, conocedores de que en ese lugar donde tenía que haber algo, no había nada. Pero no importaba, la imaginación nos proporcionaba el resto, y jugábamos, y el juguete seguía siendo perfecto. Aun estando roto, viejo e incompleto, era absolutamente perfecto. Como nosotros.
Virginia Castro Crespo.