Lo que vemos es lo que es o es lo que creemos que es? Si nuestra perspectiva está alterada por nuestras vivencias y temperamento, debemos de confíar en nuestros ojos?
Dicen que la falta de comunicación es lo que mata las relaciones hoy en día. Yo diría que es la mala comunicación. Esas conversaciones de besugos en las que los egos de las dos personas luchan sin remedio, y los traumas infantiles de cada uno se ponen de manifiesto a través de gestos de ira irremediable.
En educación te dicen que debemos ser ASERTIVOS comprendiendo el punto de vista de la otra persona y diciendo las cosas desde el “yo me siento” “yo pienso”, “yo necesito”, “te entiendo…» Y se quedan tan anchos! como si eso fuera fácil y suficiente. Y de nuevo la vida real nos da un guantazo y nos da ganas de tirar todos los libros de autoayuda por la ventana.
También dicen que debemos de ser TOLERANTES pero ceder ante los demás no siempre es lo más recomendable, ya que la otra persona al estar encerrada en su ego y en sus propios miedos internos puede influenciarnos y llevarnos a un estado de culpa y de desvalorización profunda.
No, entenderlo todo no significa soportarlo todo. Punto. Podemos entender todo y a todos, porque todos tenemos una razón para hacer las cosas, la mayoría de las veces buena, pero eso no significa que debamos dejar que nos contamine. A veces hay que poner un límite, un basta ya, un golpe en la mesa.
Ahora se echarán sobre mi todos los devotos de la crianza positiva. Que no…. A ver que sigo siendo del bando del respeto y el amor, calma. Pero con límites. Porque lo más valioso que tenemos es el respeto por nosotros mismos y hay que saber cuando algo o alguien está cruzando la línea.
No es fácil, porque eso no significa que dejemos de mirar dentro. Y mirar dentro y ver en lo que hemos fallado y que somos responsables de muchas cosas no da derecho a que nadie nos pisotee. Simplemente nos da el deber de solucionarlo, de arreglarlo en la medida de lo posible o de cambiar para la próxima vez.
En los niños y niñas esto también tiene sus flecos. Nuestros gamberretes toman malas decisiones, muchas veces. Deciden pelearse con sus hermanos, deciden no obedecer a papá y a mamá… y al final siempre se pone un límite y se les hace ver en que se equivocan pero es que luego muchas veces hay penitencia. Como te has portado mal, apagamos la tele y vas para la cama. Pero es que el padre o la madre están tan enfadados que no le dan el beso de buenas noches e incluso a la mañana siguiente aún se atisba el rencor en la forma en la que se ignora los intentos tenues de acercamiento del pequeño.
¿Qué aprenden ellos con este comportamiento? Pues que tras los errores has de pasarlo mal, que el cariño es condicional, que el amor no te lo has ganado y que depende de cuántos méritos hagas para conseguirlo. Sentimos la fría caricia de la indiferencia quizá demasiado pronto, y eso nos convierte en víctimas de la aceptación.
Y si les mostrásemos a nuestros peques que el amor no es algo de quita y pon? Aunque sí lo pueda ser a lo que decidamos poner la atención. Ya que su libertad termina donde empieza la nuestra, los límites deben ser firmes, pero eso no implica un enfado, ni mucho menos rencor. Tan solo permanecer, como un centinela que protege sus muros. Firme y tranquilo. Encargarse de que se cumplan las condiciones necesarias para un aprendizaje.
Aunque para eso tendríamos que aceptar una verdad incómoda: Que por mucho que lo ames no te pertenece. Es libre. Es una personita con una conciencia y personalidad propias. “Y a las personas no se las puede cambiar, sólo se las puede querer.”
Virginia Castro Crespo