Robert K. Merton, fué quien acuñó la expresión “profecía autocumplida” y formalizó su estructura y consecuencias. En su libro Teoría Social y Estructura Social, Merton la define así:
Una profecía autocumplida es una falsa definición de una situación o persona que evoca un nuevo comportamiento, el cuál hace que la falsa concepción se haga verdadera. Esta validez engañosa perpetúa el error. El poseedor de la falsa creencia, percibirá el curso de eventos como una prueba de que estaba en lo cierto desde el principio.
Es decir, la férrea creencia o expectativa que tengamos con respecto a algo o alguien acabará por cumplirse. Así de fácil, como si de una extraña magia apocalíptica se tratara.
La profecía autocumplida se ha estudiado mucho en el ámbito educativo. Sabemos que un niño/a etiquetado como “malo/a” tiende a corroborar dicha connotación con sus comportamientos, ya que la rabia, la tristeza y el rencor siempre encuentran erróneas formas de manifestarse.
Pero, más allá de los ejemplos más típicos, todavía nos cuesta entender como funciona este mecanismo de sinergias que se establecen entre lo que soy y lo que me dicen que soy, y, sobre todo, como me hacen sentir.
Y es que el papel del educador, padre o madre, es vital en la formación de la personalidad, ya que influye directamente en algo vital: La autoestima. La autoestima es la valoración positiva o negativa que hacemos de uno mismo; y, para valorarnos, echamos mano también de las referencias que nos llegan de nuestro entorno y sobre todo de las personas más allegadas.
El sentirnos juzgados, comparados y continuamente valorados negativamente por padres, madres y profesores hace que los niños y niñas terminen por adoptar una actitud derrotista y/o retadora.
Lo veo en las aulas cada día, cuando se me entregan las fichas con la lista del alumnado y enseguida veo dedos que empiezan a bailar por el papel deteniéndose en varios nombres para luego acompañar este gesto de malas caras y sentencias sobre su conducta. Quizá lo preocupante es que además de señalar algo que, con toda certeza puede incluso considerarse subjetivo, también se realizan predicciones futuras de cómo se van a comportar los susodichos si visitamos la clase, acompañando la predicción de solicitudes de ayuda y medidas preventivas varias.
Siendo consciente de lo difícil que puede ser hoy en dia tratar con niñ@s y adolescentes tod@s junt@s y en uno de estos “inhóspitos” contextos como puede ser un aula, puedo entender y corroborar su miedo y sus ganas de prevenir a todo adulto que se acerque a la “colmena” Sin embargo tampoco podemos seguir manteniendo un bucle sin fin de desconfianza y reproches. Romper círculos viciosos nunca ha sido tan importante.
¿Y si utilizásemos la profecía autocumplida a nuestro favor? ¿Porqué no hacerles creer que son increíbles? Porque no transmitirles que vemos algo en ellos y ellas, un potencial que nos negamos a abandonar? Porque no demostrarles con límites, respeto y aceptación que nuestro atención no es gratuita, y que a cambio han de supeditarse a ciertas normas y valores?
Es difícil. Requiere práctica pero sobre todo pasión y dedicación.
Recordad que los comentarios negativos, los reproches y los castigos generan una rabia y una gran necesidad de retomar el control, algo que no hace otra cosa que confirmarnos que no hay esperanza y que debemos continuar reprochando. Y así señores y señoras es como se forma el famoso circulo vicioso de la profecía autocumplida.
Por último os dejo un experimento sociológico que siempre les cuento a algunos “azotados” por esta máxima:
Robert Rosenthal y Leonore Jacobson realizaron pruebas de capacidades generales al alumnado, al inicio del año escolar. Luego, informaron a los profesores que algunos de sus estudiantes iban a “madurar” de un momento a otro, logrando resultados extraordinarios. Los docentes no sabían que los investigadores habían elaborado las listas de alumnos con “resultados extraordinarios” empleando el azar, sin tomar en cuenta las calificaciones obtenidas en los test iniciales. De este modo, el único dato tomado en cuenta para predecir los resultados de los estudiantes eran las expectativas generadas en los maestros.
Al final del año escolar, se administró la misma prueba a todo el grupo de estudiantes. Se encontró que aquellos alumnos que habían sido calificados como “madurez repentina” y “resultados extraordinarios”, superaron en calificación a todos sus condiscípulos.
En el experimento, los profesores en general, calificaron al grupo de alumnos que les dijeron que tendrían buenos resultados como de “gran desempeño”, “con gran futuro por delante”, “interesantes”, “alegres” y “con mayor curiosidad intelectual”; muy por encima de aquellos que no habían recibido la designación de los investigadores.
(Fuente: http://orientacreativa.blogspot.com/2013/06/la-profecia-autocumplida-en-el-aula.html)
Este es la prueba fehaciente de que las expectativas que ponemos en una persona tiende a cumplirse, y que a veces no es necesario verbalizarlo directamente, ya que con nuestros gestos, nuestra energía, nuestra dedicación, nuestra atención es suficiente para comunicar una expectativa.
Recuerda que sentirse bien con un@ mism@ es vital para aprender y poder convivir en armonía. Y para sentirse bien con un@ mism@ necesitamos sentirnos aceptad@s, querid@s, valorad@s, dign@s de ser amad@s y respetad@s. Sin esto, nuestro barco nunca llegará a buen puerto.
He de decir que ya he comprobado mi propia profecia autocumplida, y es que, aquel alumnado que peores expectativas tiene entre el profesorado es con el que más avances suelo lograr… será que a algunas los desafíos son los que nos impulsan a profetizar.
Virginia Castro Crespo